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Sinopsis
Mi abuelo es creativo para contar historias, pero al relatar esta su semblante cambió y quedó claro que no se trataba de una fantasía más.
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Disturbios en la Playa
Mi abuelo solía contarnos historias de terror todo el tiempo cuando éramos pequeños, a mis primos y a mi nos gustaba porque sabía crear relatos muy entretenidos y aterradores.
De hecho, mis tíos le pidieron en alguna ocasión qué no nos contará algo demasiado aterrador pues mis primos alguna qué otra vez se despertaban con terrores nocturnos.
Si bien tenía una excelente imaginación, la mayoría de ellos eran relatos de mucha fantasía, habla de cosas como adas, duendes y otros seres que parecen más de un ámbito mitológico; jamás intentó pasar una historia como real.
Al crecer, me interesó mucho saber cómo le hacía para crear historias tan diversas, de dónde provenía su casi inagotable imaginación, es por ello que en diversas ocasiones le pregunté qué hacía o de donde se inspiraba para ellas.
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Contó que en ocasiones se inspiraba en historietas qué llegó a leer en su momento ya qué no contaba con televisión ni nada de eso en aquellos años, sólo existía la radio, los libros y los periódicos.
Le pregunté que si alguna vez realmente había experimentado algo sobrenatural, si le había pasado algo extraordinario y el relato qué me contó simplemente es increíble.
Tengo que comentar una vez más que esto lo relato con toda la seriedad posible, pocas eran las veces que lo había visto ponerse en ese modo y podía notar todavía esta sensación de inquietud que le causaba revivir aquello.
Antes y después de eso no tuvo más experiencias inexplicables, comentó.
En aquella ocasión se encontraba de vacaciones en la playa, recién había cobrado su quincena, además de que tenía sus vacaciones en puerta, así que decidió descansar un par de días a la orilla del mar.
En aquel entonces todavía no conocía a mi abuela, ya tenía sus 26 años así que sus padres no protestaron cuando dijo que quería irse por su cuenta.
Los primeros dos días transcurrieron sin mayor problema, excepto un pequeño disturbio en la tarde que se originó en la playa del hotel que tenían a un lado.
No se enteró exactamente de lo ocurrido ahí, pero hubo hasta una ambulancia y él sospecha que todo comenzó justo ahí.
La mañana siguiente transcurría con cierta normalidad hasta que un grupo de chicos salió de la playa gritando qué algo les había mordido en el mar, motivo por el cual salvavidas y paramédicos se acercaron a ellos para examinarlos y determinar si era algo por lo que debían sacar a todos los demás turistas.
Él estaba cerca cuando todo ocurrió, por lo que los auxilió en lo poco que pudo: llevarlos más cerca de una palapa para que les diera la sombra.
Eran 3 los chicos quienes se quejaban de este malestar, a uno de ellos lo pudo ver más de cerca pues fue al que ayudó llevándolo hasta ahí.
Señaló donde le dolía y, si bien la herida no era aparatosa, lo que causaba intriga era que parecía la mordida de una persona.
Al rededor de la pantorrilla, que fue donde estaba dicha mordida, comenzó a ponerse morado muy rápido, hasta parecía que le había pegado con un palo o algo así pues de otra manera apenas tenía explicación.
Todo esto sucedió en poco menos de 5 minutos ya que los servicios médicos actuaron con cierta rapidez y pronto apartaron a los demás playistas quienes estaban ayudando.
Se los llevaron a una clínica y pronto los atendieron, aunque más tarde volvió a repetirse esta escena con una familia, el padre y la hija también salieron quejándose de un dolor muy punzante.
Pronto se percataron de que se trataba del mismo animal ya que ahora sí sacaron a todos del mar y les pidieron que no entraran hasta dar con este.
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Ya en la madrugada mi abuelo venía regresando de una discoteca, por lo que desde lo alto de su habitación podían escucharse las olas del mar y uno que otro grupo festejando en las orillas del agua.
Antes de quedarse dormido alcanzó a escuchar un par de gritos a lo lejos, gritos realmente espeluznantes; tanto que quienes festejaban en la noche guardaron silencio y ahí entendió que no se los había imaginado.
Se asomo por la ventana, miró hacía donde creyó escucharlos por primera vez pero nada, no se alcanzaba a ver nada qué no estuviera apenas iluminado por las rudimentarias linternas y velas de aquellas épocas.
Los gritos se hicieron cada vez más altos, pronto se dio cuenta que venían acercándose quienes los emitían.
Algunos cuantos inquilinos también notaron todo el ruido qué poco a poco crecía y se acercaron a sus respectivas ventanas para verificar de qué se trataba todo.
Mi abuelo enfatiza qué los gritos realmente eran espantosos, le erizaron la piel con forme los escuchaba más cerca y comenzó a sentir cómo su corazón se aceleraba.
De un momento a otro los gritos se detuvieron, quizá faltaban un par de calles hasta donde estaba su hotel, pero se dejó de escuchar todo el ruido. Una vez más las olas acompañaban aquella madrugada.
Él y muchos otros visitantes bajaron a la recepción, a la calle, querían respuestas pues aquellos gritos eran verdaderamente escalofriantes.
No pasaron más de 10 minutos desde que todo comenzó hasta que bajaron a la calle, los encargados de recepción apenas estaban recibiendo preguntas cuando varias patrullas pasaron sobre la avenida y una de ellas se detuvo para advertirle a los que estaban fuera qué tomarán sus cosas y se retiraran del lugar pues estaban por acordonar toda la manzana.
Rápidamente todos entraron corriendo, los niños comenzaron a gritar, llorar y angustiarse al ver tanto movimiento y preocupación por parte de sus padres.
Cuenta que regresó, tomó su mochila y un par de prendas que tenía afuera, pero justo antes de salir su intuición le dijo que, por alguna razón, estaría más seguro ahí, en la habitación.
Los autos comenzaron a salir apurados hacía la avenida.
De un momento a otro la tranquilidad y paz de aquella noche se vio arrebatada por esto que no comprendía todavía.
Las patrullas seguían llegando una tras otra en dirección a aquella manzana donde él se estaba hospedando, pero supo que las cosas se habían puesto muy peligrosas cuando vio llegar un par de vehículos militares también.
Admitió qué la intriga le mataba pues para que entraran los militares la cosa debía estar muy fea.
Hacía rato que los balazos se escuchaban y quizá por ello la premura aun mayor de muchísimas personas por salir de los hoteles aledaños, el suyo ya se encontraba vacío para ese momento.
Pasado un rato de qué todo aquello inició, miró por la ventana y le horrorizo lo que sus ojos apreciaban:
Ciertas personas iban detrás de otras, las correteaban y al alcanzarlas les mordían desesperadamente en todo el cuerpo para dejarlo ahí muerto.
Ayudaba en nada qué la iluminación fuera escasa, pero podía jurar cómo un par de minutos los mordidos se levantaban y corrían de la misma manera atrás de otros.
Rápido bajo a la cocina del hotel por comida, agua y otras cosas que necesitará y regreso a atrincherarse en el cuarto donde estaba.
Los disparos no dejaron de escucharse por las siguientes dos horas, los gritos de las personas poco a poco dejaban de oírse también.
Afortunadamente comenzó a salir el sol, lo que le permitió mirar mejor nuevamente todo el escenario.
Habían decenas de personas y algunos cuantos policías o militares en las calles, tirados, mordidas y la mayoría con balazos por todo el cuerpo.
Horas más tardes llegaron camiones grandes para recolectar dichos cuerpos, las calles eran una masacre sin igual, el ejército pasaba con megáfonos para buscar personas que todavía siguieran en los alrededores.
Llego el medio día y todavía los estaban organizando para trasladar los fuera de la playa, todas las autoridades decían que había sido el ataque de un grupo armado, que se habían enfrentado con una mafia a la que ya tenían en vista desde hace tiempo.
Que todo se había tratado de una operación qué se salio de control al inicio, pero que lograron reestablecerlo.
Sin embargo, sabían que eso no era cierto, no explicaba por qué unos mordian a los otros; además de que por la mañana mi abuelo reconoció en el suelo al chico que ayudó un día antes en la playa, palido, con la pierna ya negra por completo, las venas de la cara hinchadas y espuma en la boca.
Regresando a la ciudad mi abuelo espero que la noticia fuera titular en los periódicos, que se hablara de ello en la radio; pero sólo hubo silencio al respecto.
Ni el día siguiente, ni durante la semana, tampoco una después, pasaron los meses y tampoco se habló nunca de ello.
De no ser porque todavía tiene la pila de periódicos guardados en su casa que alguna vez ya había visto quizá dudaría un poco de la historia.
Varios años después fue una vez más y al preguntar nadie quiso responder algo, decían que no sabían nada de una redada a la mafia o enfrentamiento contra un grupo.
Tampoco es como que quisieran hablar al respecto, algunos lo negaban de inmediato, se hacían los desentendido o cambiaban de tema tan pronto como podían.
Aunque habían algunos lugareños quienes genuinamente no tenían idea de lo ocurrido pues llegaron pocos años antes.
Jamás supo qué fue todo eso, pero podía ver a través de sus ojos y el temblor en su voz qué le seguía afectando aquella experiencia.
Ni siquiera se me ocurre algo en el presente qué se le acerque a una historia como esa.
¿Personas mordiendo a otras?