Los Susurros

Tras la mudanza de una señora peculiar a la vecindad comienzan a ocurrir cosas en ella.


Historia Original ‘Los Susurros’ | Diseño Tinta Negra, Foto de Pexles

Sinopsis

Tras la mudanza de una señora peculiar a la vecindad comienzan a ocurrir cosas en ella, decidir investigar quizá no fue nuestra mejor idea

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Los Susurros

Hace ya varios meses a mi amigo Kevin le comenzaron a suceder cosas que lo ponían nervioso y le causaban mucha inquietud en su casa.

Todo a raíz de que una señora llegó a vivir en la vecindad donde él también se encontraba.

Al inicio pensó que todo estaba en su cabeza ya que, cuando ella llegó, por alguna razón él se sentía muy incómodo al encontrarla por los pasillos.

Había llegado con un gato que le parecía igualmente extraño debido a que su pelaje, decía él, “parecía falso”; Además sentía que el gato lo observaba de una manera más atenta y fija cuando lo llegaba a ver en la vecindad.

Era como si el gato lo analizara o algo por el estilo, según él. Pronto comenzó a escuchar susurros cada cierto tiempo, aseguraba que en la noche solía ver la silueta de ese animal pasarse por su ventana aunque no era tan seguido.

Asimismo, escuchaba rasguños en su casa, pero no sabía exactamente de dónde provenían. Cuando creía ver al felino pasearse por la ventana se asomaba inmediatamente para verificar si lo alcanzaba a atrapar en el acto, aunque nunca pudo corroborarlo.

Ciertamente esta situación lo desgastada emocionalmente ya que se sentía paranoico al respecto.

Lo que sí pudo identificar fue que el cuarto de esa señora era el único en toda la vecindad que tenía una tenue iluminación como si tuvieran lámparas o velas encendidas.

Pasillo de la entrada de una casa | Foto de Pexels

Y aunque esto no era una situación alarmante, sí le parecía peculiar qué a tan altas horas de la noche y con dichas cosas sucediendo con el gato fuera su vivienda la diferente al resto.

Una noche, me quedé a dormir en su casa, estábamos viendo una serie cuando comencé a escuchar, en alguna parte de su departamento, los mismos ruidos que él decía.

Fue cuando le creí en su totalidad, y no es que lo tachara de mentiroso, pero ciertamente a veces legamos a imaginar cosas por sugestión.

Ya estando los dos en esta situación le dije que nos armamos de valor para salir y revisar si podíamos detectar qué estaba pasando o si mínimo podíamos dar con los ruidos.

Quizá se trataba de un vecino despierto o su mascota la que se despertó.

Aunque tampoco es como que yo mismo creyera qué fuera a resultar, pues en sonido parecía genuinamente provenir desde dentro del departamento.

Sin zapatos para no causar ruido y con todo el cuidado posible al abrir y cerrar la puerta, salimos al pasillo. Usamos una de las linternas que tenía él ya que decidimos tampoco prender las luces de los corredores para no llamar la atención.

Revisamos los corredores, bajamos al patio central y pasamos hasta el lugar donde están las lavadoras comunitarias, pero sin encontrar rastro alguno que nos pudiera indicar lo que originaba los ruidos.

Desde que comenzaron a escucharse los susurros no dejaron de oírse en ningún momento, ni siquiera entendía exactamente lo que decían.

Más bien, parecía una combinación entre español y algún otro idioma ya que una qué otra palabra sí alcanzaba a distinguir.

Era una mezcla de voces un poco atemorizantes, eran de al menos 2 mujeres y un hombre que de vez en cuando se escuchaba.

No habrían dado tanto miedo si no fuera porque también se escuchaban sollozos, lamentos y respiraciones agitadas cada tanto.

De hecho, me preguntaba por qué no había comentado más respecto a los ruidos pues personalmente me causaban más miedo y terror éstos que un gato.

Pero lo cierto es que tampoco me había encontrado al mínimo en este punto.

Caminamos hacia el techo del edificio porque creí ver al gato subir, pero no fue así, no había nada más que basura, ropa colgada, los tanques de gas y de agua, pero ni un rastro del gato, o de cualquier otro animal.

Se me ocurrió la idea de acercarnos a la casa de la señora pues se alcanzaba a ver cierta luz por la ventana que provenía desde el interior, Kevin no protestó pues pensó que podríamos saber de una buena vez por todas qué era lo que sucedía con ella y si es que tenía algo que ver con todo lo que estaba pasando.

Así como nos acercábamos, los susurros se hicieron un poco más intensos tanto en volumen como en cercanía, casi podía decir que provenían detrás de mi nuca, si hubiera sentido un poco de viento cálido detrás mío habría gritado con todas mis fuerzas.

La piel comenzó a hacerse chinita y los escalofríos no se hicieron esperar en lo más mínimo. De pronto sentí que era la peor de las ideas.

Yo me coloqué justo debajo de la ventana y Kevin de lado de la puerta, traté de guardar todo el silencio posible para prestar atención a ver si escuchaba algo más y así fue, aunque no entendí ni una de las palabras que se pronunciaban desde dentro.

Para este punto la oscuridad nos envolvía por completo pues apagamos la linterna cuando decidimos caminar hacia la casa de la señora, apenas pudimos guiarnos con la poca luz que la luna y el edificio dejaba entrar.

Era una sensación sencillamente escalofriante y los susurros, a los que tampoco le entendía algo, sólo empeoraron la situación.

En una de las ranuras de la ventana busqué el ángulo para intentar mirar un poco más hacia adentro, sólo alcanzaba a ver algunas velas y la señora aparentemente sentada frente a su gato, parecía que eran ellos quienes platicaban.

Y sí, digo ellos porque el gato también estaba moviendo su hocico y parecía salir una voz de él.

Sentí como cada cabello de mi cuerpo se erizo y las manos pasaron a temblar como nunca antes, ni siquiera podía hablar de la impresión, por lo que usé mi brazo para indicarle a Kevin que viniera a ver lo que yo estaba mirando hasta hace un momento.

Pasillo con ventanas grandes e iluminado | Foto de Pexels

Estaba al borde de las lágrimas y casi sollozando de no ser porque sabía que debía guardar silencio, aguanté lo más que pude.

Vi cómo mi amigo se quedó congelado al mirar dentro del cuarto, con la boca abierta.

Quizá estaba experimentando el mismo miedo que yo, pero no me dio ni tiempo de procesar lo que sucedía cuando de un momento a otro se despegó abruptamente de ahí, me tomó de la playera en la parte del hombro y casi gritó que corriera, que habían volteado hacia la ventana y lo habían visto.

No tardé ni un segundo en comenzar a correr también hacía su casa. Sentí que así como corrimos una presencia venía atrás de nosotros y que lo peor podía pasar si nos alcanzaba.

Llegando hacía las escaleras le dije que prendiera rápido la linterna pues ahí ya no se veía nada.

La sacó, la encendió y tan pronto como la apuntó hacía arriba para comenzar a subirlas soltamos un grito de pánico que se escuchó en toda la vecindad.

Ahí estaba la señora con su gato en brazos, se escuchó la voz de ella preguntando que hacia dónde vamos y comenzó a reírse.

Del miedo ambos nos tiramos hacía atrás y a él se le cayó la linterna por lo que se apagó y nos quedamos a oscuras una vez más; sin embargo, los gritos jugaron a nuestro favor pues pronto un par de vecinos salieron a ver qué sucedía.

Nosotros no sabíamos qué decir, del miedo y terror yo no podía siquiera articular bien las palabras, tampoco es como que fuéramos a decir que habíamos visto a la señora hablar con el gato y que se nos apareció enfrente.

Kevin sólo atinó a decir que salimos a revisar la puerta pues pensamos que alguien había entrado y que al subir de regreso imaginamos haber visto a alguien y por eso nos espantamos.

Con su excusa al menos no hicieron más preguntas los vecinos y pronto se retiraron. Los días siguientes me quedé con el pendiente por Kevin, ya que él era el que vivía allí y temía por lo que podría pasarle.

Todos los días hablaba con él por la noche para saber si estaba todo bien o si había visto a la señora, pero me dijo que después de esa noche no la vio nuevamente.

Que al parecer se había mudado de un día para otro y que ni los vecinos se habían dado cuenta de cuándo se fue de aquel cuarto y eso me hizo sentir un poco más tranquilo.

Sin embargo, dice que de vez en cuando aún sigue escuchando los susurros cuando está en la vecindad, que cuando pasa por el cuarto (aún cuando ya tiene nuevos inquilinos) sigue escuchando la voz de esa señora y del gato platicando de algo que no entiende en lo más mínimo.

Que cuando sube a tender su ropa para secarla puede alcanzar a ver con el rabillo del ojo que ese mismo gato pasa cerca de donde él.

No dudo en lo más mínimo de lo que me cuenta, pues cuando lo visito o me quedo en su casa yo también suelo escuchar esos susurros provenientes de alguna parte muy muy cerca de mí, no importa si es de día o de noche.

No es muy frecuente, pero cada que sucede mi piel se pone chinita, los escalofríos me recorren desde la nuca hasta la mitad de la espalda y mi pelo se eriza tal como aquella noche.